LA IMPORTANCIA DE UNA BUENA GESTIÓN EMOCIONAL 1/2
En los últimos años el interés científico por las emociones ha tenido un gran impulso. La emoción se ha convertido en la protagonista para distintas disciplinas pero aun así resulta difícil encontrar una única definición para la palabra emoción que sea aceptada por todos y todas.
Forman parte de nuestra vida, de nuestra manera de ser e influyen en nuestra manera de relacionarnos con nuestro entorno. Pero, ¿tenemos idea de hasta qué punto? ¿Qué son en realidad las emociones?
Para ello debemos distinguir las emociones básicas o primarias de las emociones complejas o secundarias. Las emociones básicas son reacciones automáticas que nuestro cuerpo experimenta ante un determinado estímulo que nos entra por los 5 sentidos (o 6 para quienes quieran incluir la intuición). Las llevamos en el ADN y están en nuestro cuerpo para avisarnos de que necesitamos hacer algo, nos orientan en la dirección adecuada (como la huida o el ataque). Tienen como objetivo el ponernos en marcha. Son indispensables para asegurarnos la supervivencia.
Un ejemplo sería el volver a tiempos lejanos cuando teníamos depredadores a la vuelta de la esquina que nos veían como almuerzo apetecible y necesitábamos de esa señal emocional de advertencia ante el peligro presente e inminente.
O sin necesidad de retroceder en el tiempo, el asco que sentimos al oler un alimento en mal estado tiene como función evitarnos una intoxicación. Por eso son reacciones automáticas e innatas y no racionales. Como el latir de nuestro corazón, o el funcionamiento de nuestros riñones, respirar o pestañear. Son movimientos que nuestro cuerpo hace de manera automática desde el subconsciente. Para asegurarnos la supervivencia. Con las emociones básicas sucede lo mismo.
Emociones Básicas
Yo considero que existen seis emociones básicas (no todo el mundo coincide con el número): la alegría, la ira, el miedo, la sorpresa, el asco y la tristeza. En la segunda entrega sobre la gestión emocional explicaré detalladamente el propósito de cada una de ellas. Se puede decir que estas emociones son universales, existen en toda cultura y no son aprendidas, vienen con la configuración del ser humano y vienen con el pack completo correspondiente de expresiones faciales. Si, también los ciegos congénitos muestran las mismas expresiones faciales.
Por lo tanto, las emociones básicas están grabadas en los circuitos del sistema nervioso y no son aprendidas a través de la cultura. No tienen que ser interpretadas para entender su significado y se consideran el núcleo a partir del cual se extienden todas las demás emociones que sentimos.
¡Ojo! Aunque las emociones básicas son universales, lo que las provoca sí puede variar según la cultura o interpretación personal. Por ejemplo, comer insectos puede provocar asco en la cultura occidental y considerarse un alimento habitual en la cultura oriental. Lo mismo sucede con el miedo.
Dependiendo de experiencias vividas o recursos adquiridos, una persona puede sentir más o menos miedo en diferentes situaciones vitales. Podemos pensar en las personas que viven en situación de guerra en su país.
Emociones Secundarias
Las emociones secundarias son respuestas secundarias a emociones primarias. Cuando nos referimos a las emociones secundarias nos referimos a todas aquellas que no son básicas, no son automáticas y no están grabadas en circuitos nerviosos de los genes, pero sí provienen de alguna de ellas. Como en el caso del enfado, o el rencor, el odio, la cólera o la impotencia, que serían extensiones de la ira. O la tristeza, que sería el origen de emociones secundarias como la pena, la decepción, la soledad o el pesimismo.
Dicho de otra manera: provienen de las emociones básicas pero carecen de la intención positiva inicial como en el caso arriba mencionado del ataque o la huida.
Ampliamos las emociones básicas con el fin de que lo que sintamos en cada situación se complemente en función de nuestras características personales, de nuestras creencias, experiencias vividas, nuestros recuerdos y sobre todo nuestras expectativas…en fin, están influenciadas por nuestros pensamientos.
Es decir: de estos pensamientos dependerán nuestras emociones y con ellas nuestra conducta y, finalmente, nuestra actitud frente a la vida. Seamos consciente de ell
Al día podemos llegar a tener 60.000 pensamientos, la mayoría de ellos son inconscientes, repetitivos y negativos. La mente no es un órgano de tu cuerpo, no es visible mediante rayos X, no se puede tocar ni operar y tampoco se trata del cerebro.
Cuando hablamos de la mente, nos referimos al conjunto de actividades que las células de nuestro cerebro son capaces de realizar. Es la responsable de programar, organizar y juzgar toda la información que percibe del exterior y la que se encarga de evaluar posibilidades y probabilidades. Es la que acepta, rechaza, razona, forma juicios sin cesar y finalmente, toma una decisión.
En nuestro día a día tomamos muchas decisiones, algunas importantes, y normalmente éstas las tomamos de manera consciente, pero la mayoría son micro decisiones que tomamos más o menos de manera inconsciente, como qué comer al medio día o ducharnos antes o después de desayunar.
La mente es un instrumento magnífico y maravilloso si se utiliza de manera correcta. Tiene un potencial brutal y a día de hoy todavía no sabemos bien hasta dónde es capaz de alcanza y lamentablemente, la mayoría del tiempo la tenemos funcionando en modo piloto automático, de manera inconsciente y condicionada por hábitos, creencias y convicciones personales.
Un desperdicio si consideramos que una mente lo suficientemente informada y entrenada, como si de cualquier entrenamiento físico se tratase, puede disfrutar de una cualidad extraordinaria de conciencia. Es decir, la habilidad de elegir cómo pensar, qué decir, qué sentir, cómo comportarse y, en definitiva, qué tipo de decisiones tomar que le beneficien a uno mismo a la hora de construir su propio camino en la vida y hacerse cargo de su bienestar emocional.
Creo profundamente que toda persona, independientemente de su edad, raza, generación o nivel social, tiene el poder de cambiar hoy para mejorar su bienestar de mañana. Si así lo desea, claro está. Todo depende del interés personal que tengamos.
Todos conocemos a alguien que justifica un comportamiento con las palabras “yo soy así”. Y eso ya no cuela. En realidad no eres así, sino que tomas la decisión de comportarte así, tomas la decisión de no cambiar un comportamiento que en realidad no conviene o perjudica, no sólo a ti mismo sino también al entorno directo.
Mi pregunta a esa expresión siempre es la misma: ¿serías capaz de cambiar ese comportamiento si tu vida dependiera de ello? A veces la vida te plantea retos deseados o indeseados que te obligan a hacer un cambio directo, de un día para otro, incluso. Y cambiamos, nos guste o no. Piensa en una mujer fumadora que deja de fumar el mismo día que se entera de su embarazo. Aquí hablamos de la voluntad al cambio, seguir fumando es una opción. O la persona que se reinventa profesionalmente por un despido. ¿Qué motivación necesitas tú para tener la voluntad necesaria para cambiar?
Todos podemos cambiar. Puede que no sea fácil. Pero merece la pena. La superación personal no solo genera autoconocimiento sino forja una autoestima saludable en todos los aspectos y genera recursos personales importantes para el resto de tu vida.
La Inteligencia Emocional.
Las personas somos bastante parecidas. Tenemos inquietudes, miedos, sentimos frustración, tenemos sueños, alegrías etc. Lo que nos diferencia es nuestra manera de interpretar el mundo que nos rodea, las situaciones y lo que nos sucede.
Un ejemplo es la frase del vaso medio vacío o medio lleno. ¿De qué depende esa interpretación tan única de cada persona? Existen varios factores.
La educación recibida en nuestra infancia es muy significante. También nuestras experiencias vitales. La edad es un factor importante; el momento en el que nos encontramos en nuestra vida hace que nuestra actitud sea de una manera u otra. También influyen nuestra cultura, la sociedad, nuestro género y nuestra personalidad.
La importancia no está tanto en los hechos sino en cómo los interpretamos. Lo que le da un valor u otro a un mismo hecho es la manera en que lo interpretas tú, tu manera única.
La inteligencia emocional es, en pocas palabras, el uso inteligente de las emociones; de forma intencional, hacemos que nuestras emociones trabajen para nosotros, utilizándolas con el fin de que nos ayuden a guiar nuestro comportamiento y a pensar de manera que mejoren nuestros resultados en general.
La inteligencia emocional se ha convertido en una de las habilidades más demandadas en la sociedad del siglo XXI y en especial en aquellas profesiones donde las relaciones personales constituyen el núcleo de la actividad.
Las personas con más éxito personal en sus vidas son aquellas con una inteligencia emocional más alta, y no necesariamente las que tienen un Coeficiente más alto. Esto es debido a que nuestras emociones, cuando no se manejan correctamente, pueden acabar dificultándonos la vida. Pueden impedir tener relaciones satisfactorias, limitar un progreso en el trabajo, etc.
La inteligencia emocional incluso nos ayuda a mantener una mejor salud al ser capaces de manejar mejor el estrés y las emociones denominadas como negativas como pueden ser las preocupaciones (el origen de la ansiedad) y que éstas no nos afecten en exceso o durante demasiado tiempo.
El estrés no controlado correctamente puede tener efectos negativos en la salud mental, haciendo que seamos más sensibles a los síntomas de la ansiedad. Es como si emocionalmente perdiéramos fuerza y poder. Esto puede explicar por qué una persona puede desarrollar ciertas manías, tics, miedos e incluso fobias después de un tiempo prolongado de estrés.
Según explica Daniel Coleman en su libro “La inteligencia emocional” (1996), las emociones se pueden percibir, comprender y regular y el nivel de inteligencia emocional de cada persona depende de la capacidad que tiene para gestionar las suyas propias. No solo ayuda a mejorar nuestra calidad de vida, sino a desarrollar y a tener mejores relaciones con los demás, ser más respetuosos y también más comprensivos. Nuestra calidad de vida es por lo tanto proporcional a la calidad de nuestro estado mental. De ahí la importancia de una buena gestión emocional.
La Inteligencia Emocional según Goleman:
1 – Conocer las propias emociones
La conciencia de una mismo (podemos utilizar el mindfulness para ello) es la clave de la inteligencia emocional. Las personas que tienen claridad sobre sus sentimientos, toman decisiones en su vida que van de acuerdo con ellos y, en general, aciertan.
2 – Manejar las emociones
Capacidad de manejar los sentimientos para que sean adecuados. Implica la capacidad de serenarse, de canalizar la irritabilidad, la ansiedad y la melancolía excesivas.
3 – La propia motivación
Supone ordenar las emociones en aras de un objetivo. Autodominio Emocional.
4 – Reconocer emociones en los demás
Es la empatía, es decir, la capacidad de ponerse en el lugar del otro. La comprensión de las motivaciones de los demás genera que seamos más receptivos y tolerantes.
5 – Establecer relaciones
Supone la habilidad de percibir las emociones de los demás para una interacción serena con ellos.
Este sólo es un ejemplo de los modelos existentes sobre la inteligencia emocional. En este caso se estructura en 5 ramas interrelacionadas.
A continuación comparto un ejercicio de tres pasos que te puede servir para tomar conciencia de tu estado emocional e incluso cambiarlo, si así lo deseas. Es uno de los ejercidos que comparto en mi EBOOK LIMPIEZA EMOCIONAL: MIEDO, PREOCUPACIONES Y OTROS FANTASMAS.
EJERCICIO
Paso 1. Reconocer el estado emocional actual.
Este paso será más fácil si tienes experiencia con la práctica regular de Mindfulness. Pero no es imprescindible. Con unas respiraciones profundas varias veces al día nos daremos cuenta si tenemos tensión acumulada en alguna parte de nuestro cuerpo.
¿Cómo es nuestra respiración ahora mismo? ¿Está tranquila o más bien agitada?
Podemos parar un momento para reconocer los pensamientos que estamos teniendo y escuchar nuestro dialogo interno. Acéptalos e intenta serenarte con tu mente consciente (lo contrario a la mente automática) mientras la atención a la respiración va creando un espacio entre el pensamiento y la emoción. El objetivo no es dejar la mente ´en blanco´, esto sería como ordenar a nuestro corazón que deje de latir.
Se trata de tomar conciencia de tus pensamientos y las sensaciones corporales. A la misma vez que se calma nuestra respiración y se vuelve más consciente, se calmará también el flujo de pensamientos automáticos.
Paso 2. Pensamientos alineados. (por ejemplo miedo, ira, estrés o tristeza).
¿Existe una amenaza real en el momento actual? (es una amenaza real o es una pre-ocupación dirigida al futuro?) ¿Puedes controlar el hecho por el cual sientes preocupación ahora mismo? ¿Puedes crear una interpretación diferente al mismo hecho? Cambia tus pensamientos negativos por pensamientos más reales mientras sigues con unas respiraciones profundas más.
Si no puedes cambiar la situación que te tiene preocupado en el momento actual, no tiene sentido seguir con esos pensamientos negativos y viciosos. Confía en tu propia capacidad de solución cuando llegue el momento de actuar. Si es que ese momento realmente llega. No pierdas la perspectiva.
Vuelve a tomar el poder sobre tus pensamientos. Elige los que más te convienen. Los que te sacan del bucle negativo en el que te encuentras y te motivan a buscar soluciones, alivio o bienestar.
Paso 3. Controlar y modificar la emoción.
Elige un estado emocional con el que te gustaría alinearte, por ejemplo, paz y tranquilidad o seguridad, cualquier estado con el que te sientas cómoda. Tómate unos 5 minutos para traer a tu memoria al menos 2 situaciones del pasado donde has experimentado esta emoción o pensamientos. Con los ojos cerrados, o si lo prefieres puedes mantener los ojos abiertos en un punto fijo, observa el lugar en el que estabas. ¿Estabas con alguien? ¿Era de día o de noche? ¿Estabas en el interior o en el exterior? ¿Recuerdas algún olor especial? ¿Hacía frío? ¿Qué sonidos había?
Sigue observando la imagen que se plasma en tu pantalla mental hasta que sientas las mismas sensaciones agradables que sentías en ese momento del pasado. Siente como entra el aire fresco por tus fosas nasales al inhalar. En la próxima exhalación vas a producir un ruido suave en la garganta, casi imperceptible, mientras vuelve a salir el aire más cálido por tus fosas nasales. Como si se tratase del ruido de una brisa agradable en verano o el sonido de las olas a la orilla del mar.
Sin prisa, el ejercicio puede tardar unos instantes o unos minutos. Simplemente confía en que la emoción está ahí, es tuya y la has sentido en tantas otras ocasiones.
Estás aprendiendo a calmarte a ti mismo y a tomar el control sobre tus emociones. Estás aprendiendo a cuidar de tu bienestar personal. Desde este estado más tranquilo puedes actuar y tomar decisiones más inteligentes y más conscientes en vez de reaccionar de manera impulsiva.
Recuerda que la gestión emocional es una habilidad, con lo cual se puede aprender, practicar y mejorar con el tiempo. Puede que no sea fácil. Pero difícil no es igual a imposible.